lunes, 5 de septiembre de 2011

FORMULA INSTANTANEA PARA CONVERTIRSE EN "EL UNGIDO DE JEHOVA"

Mucha gente trabajando, ayudando, limpiando, ordenando, gritando, riendo, bromeando. En medio de todo ese bullicio, como un objeto más: EL ARCA DEL PACTO. Esta ahí, acomodada en un rincón del taller, en medio de la viruta, los cinceles, el aserrín, el polvo. Alguien pasa señala el arca y da una orden: -limpien “eso”, pásenle un trapo ¿no ven lo sucio que esta? - De pronto dos hombres cargando unas tablas, miran al que limpia el arca, y uno de ellos, con tono enojado dice: -corra “eso”, ¿no ve que esta estorbando en el medio del camino?- Y uno que la arrastra y la corre, y otro que sin querer pasa y le tira un poco de tierra encima, otro que tropieza con ella, y otro que le pasa un trapo ¿y el arca? ¡Nada!

Ahora bien, algunos siglos mas tarde, el arca va en un carro, tirado por bueyes. Una gran algarabía rodea el momento, el camino es tortuoso y uno de los animales tropieza, el arca resbala y esta a punto de caer, pero ahí esta Uza, hombre voluntarioso y rápido de reflejos, extiende su mano, evita el accidente y es ese el ultimo acto de su vida. No bien toca el arca, cae fulminado por su “temeridad”

¿En que momento pasó el arca, de ser un objeto común y corriente (que puede ser ensuciado, limpiado, corrido, movido) a ser un objeto ultra-santísimo, que ni siquiera puede ser mirado?

¿En que momento, pasó yo, un creyente común y corriente a ser un siervo de Dios completo, un hombre lleno de unción y de poder, una persona santa e intocable, un “ungido de Jehová”?

Primero fue planta, luego árbol. Creció y un leñador decidió cortarlo. Subió el árbol a una carreta. Lo saco del bosque. Lo almacenó en un galpón, a la sombra, bastante tiempo, para que se secase bien.

Está en las entrañas de la montaña, enterrada. Rodeada de polvo y de otras piedras. El minero parece tener un sexto sentido, la hiere con el pico, la desentierra, con una pala la sube a un carro junto a otras piedras. La saca de la mina, la lleva a un depósito, y ahí a esperar.

Entra el frío aire de la mañana, cuando el leñador abre el galpón. El tiempo ha secado el tronco. Entre varios lo levantan lo suben a una carreta y lo llevan a un aserradero. Es un proceso difícil y trabajoso, pero las eficientes sierras de aquellos hombres, comienzan a hacer el largo trabajo de convertir a aquel tronco en tablas.

El montón de piedras es subido a un carro. “Señores, esta es la fundición”. Un horno hirviente, calentado al máximo, el montón de piedras al crisol y el crisol al horno hirviente, como si se pertenecieran el uno al otro.

Las tablas, le son vendidas a un carpintero. Otra vez un carro. Otra vez un deposito, esta vez el de la carpintería. Otra vez a esperar.

El crisol sale del horno, las piedras sólidas e indeformables ahora son un líquido espeso. Pero, el crisol solo sale del horno, el tiempo suficiente para que el fundidor, recaliente el horno y saque la escoria superficial de aquel liquido espeso. Otra vez al horno.

Cepillos, lijas, sierras, mas lijas, polvo, aserrín. El carpintero esta haciendo su trabajo, convirtiendo toscas tablas, en madera finamente pulida.

El fundidor completó el trabajo. De aquel enorme montón de piedras, solo quedaron estos pequeños lingotes de oro. Paga el precio el joyero. Las ex-piedras viajan, esta vez, bien custodiadas. La joyería es mas limpia que la fundición. El horno es mas chico, pero un horno, es un horno. Otra vez el proceso, pero esta vez con agravantes de tenazas, cinceles y martillos. Ya no es solo fundir, ahora también es golpear, torcer, herir con el cincel, pulir y otra vez a la oscuridad de una caja.

Los primogénitos han muerto en Egipto. Es una noche de luto. El carpintero entrega las tablas al ex-esclavo judío. El joyero hace lo propio y entrega la caja con joyas.

Egipto esta en ruinas, les darían lo que pidiesen con tal de que se fueran.

Las tablas y las joyas comparten destino, esta vez no son depósitos, son tiendas del campamento hebreo. Pero otra vez.... guardadas.

Aquel hombre, lleva las tablas al taller de Bezaleel. Y otro hombre lleva las joyas al taller de Aholiab.

¿No había yo pasado ya por este proceso? ¿Otra vez sierras, cinceles lijas? ¿Terminara alguna vez?

¿No había yo pasado ya por este proceso? ¿Otra vez hornos, martillos, tenazas? ¿Terminara alguna vez?

El trabajo de Bezaleel y Aholiab, esta terminado, he aquí el ARCA DEL PACTO

Moisés la unge, la introduce al lugar santísimo y por razones que van mas allá de nuestra comprensión, el Dios Santísimo creador de todo lo existente se manifiesta en un objeto inanimado.

¿No se siente usted un poco identificado?

Parecía que el camino del Señor iba a ser un lugar soñado, un paraíso en la tierra. ¡Ah los hermanos tan llenos de amor! ¿Y el pastor? ¡Que persona tan admirable! ¡Como me gustaría ser como el! ¿Y los cultos? ¡Parece que el cielo baja a la tierra! ¡Quisiera quedarme a vivir en la iglesia! Y es así durante unos meses. Una especie de mimo de Dios. Es que nos ve llegar tan cansados, heridos, enfermos, humillados, que, en su amor, nos da un descanso para restaurarnos.

Hasta que un buen día llega el primer hachazo, seguido por el golpe del pico, sierras, hornos, formones, limas, mas horno, tenazas lijas, interminables épocas de estar secándose en un deposito, mas horno, mas sierras, mas deposito, uff ¿donde quedo aquel paraíso en la tierra? ¡Esto se parece mas a un infierno! Mas horno, tenazas, martillo -hey, hey, ¡yo ya pase por esto y aprobé!... y mas horno...

Se llama PROCESO CREATIVO. La buena noticia: es aquí, en el taller divino, donde un creyente pasa de ser una personita “normal” a ser un “ungido de Jehová”. La mala noticia: no existe la “FORMULA INSTANTANEA”, no es con la oración del profeta tal, ni tampoco recibiendo el manto del apóstol cual, no es cambiando de la humilde iglesia donde se convirtió, a la súper-ungida, mega iglesia, del súper pastor... no, no. Es un proceso, y suele ser doloroso, difícil y sobretodo, largo, demasiado largo. (Si no me cree, pregúntele a Job, David, Jeremías o a Pablo)

No se desanime, persista. Usted no ve los cambios, pero estos existen. Las pruebas lo han ido moldeando, ha pagado el precio. Y un día caminando por ahí quizá de reojo, vea sin querer, su reflejo en un escaparate, y se sorprenda al notar, que ya no es mas, una burda piedra, o un pedazo de tronco inservible, sino que... “Señores he aquí el ARCA DEL PACTO, he aquí “EL UNGIDO DE JEHOVA”